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¿Castigos o consecuencias? Qué hacer cuando ya no sabes qué más hacer...

¿Castigos o consecuencias? Qué hacer cuando ya no sabes qué más hacer...

Montessori es un método educativo que desarrolla en los niños la independencia y la libertad con límites, pero también enseña a los padres cómo actuar de forma más inteligente y eficaz.

¿Alguna vez te has preguntado cuál es la mejor forma de llamar la atención a un pequeño? ¿Qué resulta más efectivo, actuar con dureza o hacer como que nada pasó? Una respuesta a este problema que existe desde que el ser humano comenzó a civilizarse está en el famoso método Montessori.

La disciplina de la médica italiana María Montessori comenzó a finales del siglo XIX y principios del XX, pero sigue tan actual como entonces. Para aplicar sus enseñanzas, no es necesario que tus hijos vayan a una escuela donde se rijan por esta forma de educación; con esto, no solo los pequeños aprenden, sino también los padres.

De entre las diversas aplicaciones que tiene el método Montessori está una encaminada al llamado de atención a los hijos cuando han hecho algo indebido o inadecuado. Ella creía que el uso de recompensas y castigos inhibe el desarrollo de la autodisciplina. Esto porque niegan a los niños la oportunidad de tomar sus propias decisiones y ser responsables de su comportamiento.

Así, en vez de aprender cómo analizar situaciones y tomar decisiones acertadas, los niños toman sus decisiones (forzadas) basadas en lo que sus padres harán en consecuencia (un castigo o una recompensa). Esto, limita su capacidad de aprendizaje y de toma de decisiones complejas.

¿Por qué consecuencias en vez de castigos?

El hecho de optar con consecuencias en vez de castigos replantea esa enseñanza de que los niños se porten bien por miedo al castigo, por el contrario, harán lo correcto porque entienden el impacto de sus acciones.

De acuerdo con el método Montessori, el castigo no es una forma efectiva de enseñar a los niños a hacer lo correcto, sino que alienta a los niños a mentir sobre su comportamiento y los avergüenza a sentirse mal consigo mismos. A la vez, daña la conexión de los padres con ellos, porque los verán como seres malignos en vez de una figura de respeto y autoridad para influir en su comportamiento.

Al cambiar una consecuencia por un castigo, los niños comprenderán que sus acciones tienen, pues, consecuencias; aprenderán a tomar decisiones responsables por su propia voluntad, en vez de complacer a los padres para evitar un castigo. Este aprendizaje se podrá ver, incluso, cuando ellos estén solos, porque habrán entendido el mensaje.

Ejemplos de castigos vs consecuencias

Si ya te convenciste de que este método puede ser más benéfico para ti y para tus hijos, es hora de comenzar a aprender cómo se aplica. Y qué mejor que con algunos ejemplos.

Situación 1. Tu hijo está jugando en casa de la abuela con una pelota en el jardín y, al lanzarla sin cuidado, rompe la maceta que contenía su planta favorita.

Consecuencia: En vez de reprimirlo y decirle que no tendrá postre, la consecuencia de este descuido será hacerle saber que rompió algo que su abuela amaba mucho, pero que puede solucionarlo si trabaja (hace favores a la abuela por una semana) para ganar dinero y así poder comprarle otra (que tú pagarás, pero él “ganará el dinero”). De este modo, sabrá que romper algo valioso tiene consecuencias, como hacer sentir mal a su abuela y la forma de solucionarlo es con actos de amor que a la vez forjen el respeto.

Situación 2. Tu hijo golpea a su primo en una fiesta.

Consecuencia: En vez de castigarlo y amenazarlo con no comprarle un juguete que le habías prometido, hablas con él. Le dices —en el tono más neutral que encuentres— que su comportamiento no es aceptable y que no puedes confiar en él para que juegue solo, porque lastima a otras personas. Entonces, deberá estar contigo en vez de ir a jugar. Decirle seriamente que si golpea a otros niños, entonces la consecuencia es que ya nadie querrá jugar con él.

Situación 3. Tu hijo hace berrinche cada vez que tiene que irse de casa de su amigo.

Consecuencia: Por esa vez, tendrás que sobrellevar su rabieta. Sin embargo, para la siguiente ocasión que te pida permiso para ir a casa de su amigo le dirás que no. Debes explicarle que podrá ir a jugar con ese amigo hasta que controle sus emociones y lo haga con calma cuando sea el momento de irse.

Situación 4. Un viernes por la noche, tu hijo quiere ver películas hasta muy noche y no duerme ni deja que tú duermas. Ya le dijiste que apague la televisión, y no lo hace.

Consecuencia: A la mañana siguiente, cuando te pida sus hotcakes de Mickey, le dirás que no, porque estás muy cansada. El hecho de que haya visto películas tan noche no te dejó dormir y ahora no tienes energía para hacer los hotcakes que quiere. Y tendrá que comer cereal.

La clave de educar con consecuencias en vez de castigos consiste en que tu hijo comprenda la lógica de cómo se relacionan lo que hace con lo que puede suceder. A diferencia del castigo, esto no avergüenza al niño ni incita a tener temor. Simplemente les envía un mensaje claro: las acciones tienen consecuencias. 

Comparte esta entrada a todas las mamás que conozcas y ayúdalas a llevar una crianza sana.

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