¿Paranoia o prevención? ¿Cuándo bajar la guardia?
Te damos un adelanto... ¡nunca!
Desde que sabes que estás embarazada hasta que se casan y tienen a tus nietos, todavía después seguirás preocupándote por tus hijos.
Empezamos con los sustos típicos de cualquier mamá primeriza. Desde la primera vez que vomita te pones histérica, intentas identificar las causas de mil maneras posibles (buscas en blogs, revistas, libros, “causas de vomito en recién nacidos”), no duermes, no le quitas los ojos de encima porque TODO es desconocido. Hasta que tu doctor te dice que es normal un poco de reflujo y que no tienes nada que preocuparte puede que comiences a respirar otra vez, y aún así la angustia y preocupación siguen. Porque seguirán creciendo y viviendo nuevas etapas, adaptarse les costará trabajo y un poco de molestia, tal vez no quieren comer, o no quieren dormir, o les empiezan a salir los dientes y no hacen otra cosa más que llorar.
En fin, lo más recomendable es acostumbrarse a lidiar con su sufrimiento sin olvidar que tú no puedes sufrir al igual que ellos, tu trabajo es ayudarles a salir adelante y hacerles el proceso menos pesado, transmitirles seguridad, amor y confianza en que todo va a pasar y va a mejorar (es el ciclo de la vida).
Después crecen y aparentemente podrás bajar un poco la guardia, pero ¡oh sorpresa! Empiezan a ir al Kinder, te preocupa si se va a adaptar rápido, si van a agarrar muchos gérmenes, si te va a extrañar, si lo van a tratar bien, etc. así sucede con cada etapa de sus vidas.
Es decir, los sustos para ti no se acaban, se transforman y cambian de sentido, pero de alguna forma te acostumbras a vivir en estado de alerta; no es una costumbre “conchuda” o “floja”, sino que aprendes a reaccionar sin perder la razón y siempre buscando el beneficio de tus chiquitos conservando la calma.
Aprendes que ellos también aprenden de tus reacciones y comienzas a darte cuenta que una actitud calmada y reflexiva vale más que las ansias y nervios. Aprendes que todo se sobrepasa. Aprendes que de esto está hecha la vida, de tomarles la mano y soltarla, para que aprendan a andar ellos solos, para enseñarle las herramientas que algún día les ayudará a vivir con felicidad.