Los padres siempre estamos buscando lo mejor para nuestros hijos, pero a veces nos podemos perder en el camino, ¿no crees?. Existe una línea muy delgada entre la obsesión que nos provoca la idea de que algo malo les pase y el amor que les tenemos. Como resultado nace la sobreprotección.
¿Cómo identificar una actitud sobre-protectora? ¿Qué hacer para equilibrar nuestras vidas y no perder la calma?
La respuesta es muy obvia pero no muy sencilla de llevar acabo. Tenemos que dejarlos vivir. Sabemos que la idea de que sufran y pasen molestias o dolor, es casi insostenible pero a fin de cuentas son situaciones inevitables en la vida y mientras mejor los preparemos para enfrentarlas más nos van a agradecer. Evitando que sufra le estás haciendo un daño no un bien.
Antes de gritar que ¡NO! cuando se quieren aventar al chapoteadero con ropa, piensa… ¿qué es lo peor que puede pasar? Supervisa lo que están haciendo y no los pierdas de vista, pero déjalos experimentar, acompáñalos en ese proceso de crecimiento, en el que van a conocer sus límites, sé una guía más que una barrera, enséñales a levantarse, platícales que caerse es parte del trayecto y que son esos tropezones los que los harán más fuertes.
En el proceso tú también tienes mucho que aprender con ellos, recuerda que con paciencia siempre salen mejores resultados. Amor para nosotros es dejar ser, esto no quiere decir que vas a ponerlos en peligro, sino que les vas a ayudar a afrontar los peligros, esa es una de las formas de amor más grandes.
¿Y tú? ¿En dónde crees que están los límites del amor y de la sobreprotección?